Siglo XX, colegiación obligatoria
No fue hasta bien comenzado ya el siglo XX, en 1917, cuando se logró la colegiación obligatoria, que se demostró desde el primer momento como la única herramienta capaz de disciplinar y potenciar, social y económicamente, el ejercicio médico profesional.
Carácter obligatorio y envergadura nacional. Con esas dos premisas como piedra angular de su proyecto de entidad de previsión social, Pérez Mateos emprende en los años veinte una amplia e intensa campaña nacional de cohesión de voluntades y de agrupación de esfuerzos. Ofrece como ejemplo y núcleo fundacional de su propuesta la experiencia llevada a cabo por los médicos de las provincias de Levante.
Su labor de proselitismo culmina en la VIII Asamblea Nacional de Juntas Directivas de Colegios Médicos, celebrada en Barcelona en 1928. Pérez Mateos presenta un proyecto elaborado, tanto en el plano económico y actuarial como en el profesional y reglamentario. Demuestra lo insospechado y parece dar con la quimera: sus estudios comparados con las experiencias de otras mutualidades presentan la posibilidad de alcanzar una aceptable cobertura de contingencias sin que sea necesario exigir sacrificios incompatibles con la limitada capacidad económica de la mayoría de profesionales. Entonces nadie lo sabe, pero Pérez Mateos acaba de cuadrar el círculo.
Evidentemente, y antes de nada, es necesario acometer dos cambios profundos en las características esenciales que hasta ese momento habían venido teniendo las experiencias desarrolladas para articular la previsión de los médicos y que ya se han mencionado: trocar la voluntariedad por la obligatoriedad y el ámbito local o regional por el nacional. Además, se precisa el patrocinio y la promoción de todos los colegios médicos para que la nueva institución nazca con el necesario respaldo, que debe articularse a través de un cambio en los estatutos de la Organización Colegial que haga efectiva la afiliación obligatoria.
Proponer esto entonces supone una atrevida innovación que genera polémica y que tropieza con intereses creados y con la inevitable inercia de los hábitos sociales, económicos y profesionales de los médicos.